David Gale, era un reconocido profesor de filosofía que integraba la asociación “Death Watch”, cuyo principal propósito era luchar por la abolición de la pena de muerte en Texas, estado que registra la segunda mayor cantidad de ejecuciones, según la NAACP.
Una noche asistió a una fiesta y entonces su vida comenzaría a arruinarse.
Gale sostuvo relaciones con una ex-estudiante de la Universidad donde él laboraba. Esto lo obligaría a rendir cuentas, no sólo a su esposa, sino a la justicia pues fue acusado de violación. En adelante, perdería su trabajo, a su familia, a sus amigos y además fue separado de la organización de Derechos Humanos.
Perdió absolutamente todo menos el apoyo de Constance.
Constance Harrawey, era colega y mejor amiga de David, asumiendo su cargo dentro de “Death Watch”, una vez que éste fuera aislado de la institución. La profesora fue diagnosticada con leucemia y ello serviría para que ambos se confabularan en preparar un plan maquiavélico que buscaría probar la imperfección del máximo castigo penal.
Constance decide sacrificarse en un hecho que se creería fue un asesinato, cuyo principal sospechoso sería David. La intención era que él fuera acusado de homicidio y sentenciado a la inyección letal.
72 horas antes de cumplirse la ejecución, Gale decide concederle tres entrevistas a la periodista, Bitsey Bloom. Ella sería la encargada de conseguir las piezas para comprobar la inocencia del prisionero. Tenía que entregar la prueba que mostrara que Harrawey se había suicidado.
Pero tres días no bastaron.
La comunicadora consiguió las evidencias pero llegó tarde a la unidad de Huntsville. “El ciudadano David Gale fue ejecutado a las 6:18 PM”, anunciaba el gobernador, al momento que ella recién arribaba al recinto
legal.
Gale, es un personaje ficticio producto de la imaginación del director de Hollywood Allan Parker, quien nos pone sobre la mesa lo que la realidad se encargó de justificar. Ningún sistema es perfecto.
El relato de esta historia busca desarrollar un paralelismo con lo acontecido con Armando Galarraga, el pasado martes, 2 de junio de 2012.
El comisionado de la Major League Baseball, Bud Selig, no revertirá la sentencia que le negó al béisbol, el vigésimo primer Juego Perfecto de su historia, y además le arrebató la joya al primer pitcher venezolano que conquistaba tal gesta.
El máximo ejecutivo de esta disciplina, reconoció que el final del encuentro “debió ser diferente”, al tiempo que alegó que “el elemento humano es parte integral de este deporte”. Selig prometió una revisión completa al cuerpo de umpires que sirve en las mayores y aseguró que el caso Galarraga, servirá para iniciar el debate con todas las partes, con la finalidad de ampliar el uso de la repetición instantánea.
Es hora de entrar en el siglo XXI
Desde hace casi dos años, en las Grandes Ligas permiten utilizar el video como instrumento para evaluar la validez de un cuadrangular. En el caso que persistan dudas sobre si la esférica abandonó o no el parque, salió en zona buena o mala o un aficionado intervino en la jugada, los managers tienen la potestad de solicitar la apelación a través de las cámaras.
Es tiempo de ir más allá.
Muchos aún mantienen la filosofía conservadora de que el elemento humano es parte del juego. En cierta forma estoy de acuerdo con ello, tampoco se trata de abusar de la herramienta. No se pide que se llegue al extremo de solicitar las apreciaciones sobre las bolas y strikes, ni que su aplicación sea ilimitada. Todo en su justa medida.
Pero seamos honestos, ya estamos en la segunda década del siglo XXI. La tecnología está ahí: ¡Usémosla!
Si la repetición puede marcar la diferencia para que un juego sea recordado por una proeza deportiva, contrario a que permanezca en la memoria de todos como el encuentro en el que se produjo la peor sentencia arbitral de la historia, ¿Por qué no aprovecharla?
De existir hoy esa posibilidad, Galarraga estaría en los libros de récords, y no conservaríamos ese amargo sabor que provocó ese error de Jim Joyce.
Estamos conscientes que un partido de béisbol puede ser lento, el promedio de duración de un careo se ubica alrededor de las tres horas, pero insisto que la idea no busca abusar del recurso. Tal como mencionó
Jerry Crasnick en su columna de ESPN, se puede conceder una cantidad de consultas a cada club o bien aplicar lo que mencionaba Fernando Arreaza en su Twitter: Llevar al béisbol la técnica que utiliza el tenis con el “challenge”.
Esos mecanismos permitirían mantener el orden de los acontecimientos y abriría la posibilidad de corregir esos pecados que por nuestra naturaleza se cometen y le pueden costar a una divisa el título de una
Serie Mundial, por ejemplo.
Sino que le pregunten a los Cardenales de San Luis de 1985.